miércoles, enero 04, 2012




Durante una siesta de cinco minutos soñé que corría hacia una casa llena cuartos y escaleras sin sentido, que brincaba de una a otra sin importarme la gravedad; sabía dentro de mi sueño que estaba soñando y sentía cada movimiento, cada impulso sensorial a través de todo mi cuerpo.
De pronto empezó a tornase borroso, estaba por despertar y me esforcé por permanecer dormida pero finalmente sucumbí a la realidad.
Aún recuerdo las puertas de madera vieja y despintada que permanecían abiertas y a través de las cuales se asomaban cientos de escalones con losas azules y las pequeñas habitaciones que simulaban recamaras abandonadas con camas sin arreglar.
Todavía siento la adrenalina de mi ser saltando de un nivel a otro sabiendo que nada me dañaría, pero sin conocimiento de hacia donde me dirigía.
Tengo en mi mente la imagen de una puerta grande y pesada al ras de una calle con adoquines a través de la cual, con una maleta llena de no sé que, entre a ese mundo de sensaciones de donde me hubiera gustado no salir y donde espero alguna noche volver a regresar.
Tuve un sueño de cinco minutos.

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