viernes, julio 04, 2008

LOS LIMITES

He escuchado muchas veces cosas como lo que no mata te hace mas fuerte, o entre mas daño te hacen, mas fuerte es la coraza, que hay que poner limites para no salir herido, que el miedo es una forma de evitar correr riesgos.

Pienso que a pesar de superar las heridas que alguien haya provocado no estamos a salvo de volverlas a sufrir, esto no es como una vacuna que ayude a prevenir enfermedades o no por que ya nos lastimaron antes y lo superamos, nos vamos a hacer inmunes a una segunda vez.

Entiendo que hay que aprender del pasado, volvernos más analíticos acerca de las situaciones que estamos dispuestos a enfrentar, pero no basarnos en el miedo a hacer algo nuevo o incluso a volver a pasar por algo que ya conocemos.

Entre más limites pongamos a la vida menos la viviremos, sin embargo somos humanos y tener miedo al dolor y al sufrimiento es algo comprensible, pero debemos de hacer un balance entre lo que deseamos lograr y lo que nos costará llegar a ello, con sus pros y sus contras, con sus alegrías y con sus amarguras.

Los caparazones son también celdas de las que solo nosotros podemos librarnos, y los límites no nos protegen, solo nos encierran y nos alejan de los demás.

sábado, marzo 22, 2008

Un hombro al descubierto, una luna enorme tras los cerros, un café negro bien caliente, una cama desarreglada, un gato enfermo, una película en pausa, un plato roto, un álbum vació, una mirada perdida.

Este no ha sido un buen fin de semana, lo único que pedía era un poco de descanso y despreocupación, no se si fui yo quien complico las cosas o simplemente pasó; tal vez fue un poco de ambas.

De pronto la noche que parecía ser perfecta se convirtió en tragedia y ahí comenzó todo. Un fin de semana lleno de peleas, confesiones y algunas lagrimas; me sentí traicionada sin razón pero con motivo, me sentí culpable e irresponsable. Supe lo que era tener una vida en las manos literalmente y ahora todavía la oigo llorar y no me deja dormir.

Sentí la indiferencia, el olvido, la traición y, aunque pensé que ya lo había superado, no fue así.

Me hubiera gustado irme y alejarme de todo, incomunicarme, encerrarme, perderme un rato, recostarme sobre el techo de mi casa a ver como llegaba el anochecer como cuando era niña pero me di cuenta de que a estas alturas ya no es posible. Ya no me puedo esconder, no puedo huir de lo que siento ni de lo que me hace daño, se que tengo que enfrentarlo pero aún no se como hacerlo.

lunes, enero 07, 2008

Solía adorar la lluvia, las calles inundadas, la inclemencia de la naturaleza; eran cosas que me parecían asombrosas. Me gustaba caminar bajo las gotas frías, mojarme los zapatos cruzando charcos, llegar a casa con el cabello y la ropa escurriendo tranquilidad, desvestirme y meterme a las cobijas a ver la televisión, escribir o simplemente contemplar el cielo ficticiamente estrellado de mi habitación.
Solía amar el cielo nublado, la melancolía, el olor a tierra mojada, la ciudad me parecía más limpia, la gente más natural, me gustaba ver como se formaban arroyos a orillas de las banquetas, subir al camión con los pies llenos de lodo y sentarme en asientos mojados por otros.
Solía amar los paraguas -aunque nunca use uno-, quitarme los zapatos mojados al llegar al trabajo y tomarme una taza de café mientras ordenaba las notas del día.
Solía ser una persona feliz aún en épocas tristes.
Ahora soy simplemente una persona más, que evita mojarse los zapatos al bajarse del auto, que no camina hasta que pare la lluvia; una persona más, de todas esas que ven solo el caos vehicular, la mala condición de las calles, las goteras, el cielo nublado y que únicamente siente el frio.
Al subirme al auto y conducir los 20 minutos de camino hacia mi trabajo, bajo un cielo bellísimamente nublado y las finas gotas de lluvia que caen sobre el parabrisas no logro hacer que mi corazón exprese un ligero sentimiento de tranquilidad y me resigno a acompañar con lágrimas la lluvia de la tarde esperando que limpie un poco la ceniza que invade mi alma.